Las características geográficas de Argentina, y el constante interés de los profesionales por superarse y descubrir nuevas tendencias para incorporar el vino, han provocado que muchos visionarios hayan empezado a incursionar en nuevos horizontes para el cultivo de la vid.
La tecnología y la capacidad de los ingenieros agrónomos y renombrados enólogos han colaborado de manera fundamental en esta dirección.
Se observa que la vitivinicultura argentina fue atravesando diferentes instancias. En primer lugar, la región centro oeste del país logró asentarse como la zona principal elaboradora de vinos. Mendoza – con sus distintas zonas – y la provincia de San Juan lograron consolidarse como las zonas más tradicionales. Sucedió lo mismo con Salta, que se encuentra en el noroeste del país en conjunto con otras provincias vitivinícolas como La Rioja y Río Negro.
Luego aparecieron nuevas zonas que en pocos años han logrado un lugar en la industria. Este es el caso de San Patricio del Chañar, provincia de Neuquén.
Hoy, el foco está puesto en los lugares exóticos, antes impensados, para la elaboración del vino. Así es como los viñedos se han empezado a correr desde los Andes hacia la zona del Atlántico, en donde para muchos, existen zonas que se perfilan como nuevos jugadores y en donde las características de los terruños presentan similitudes a los terroir europeos.
Se comenzaron a recabar datos y a hacer estudios climatológicos con estadísticas de temperaturas máximas y mínimas, período libre de heladas, cantidad de horas de sol, amplitud térmica diaria, precipitaciones, vientos predominantes, estudio del suelo, hasta confirmar con el apoyo del Instituto Nacional de Vitivinicultura, que algunas zonas de la provincia de Buenos Aires – como Sierra de la Ventana y Médanos – y otras regiones de La Pampa poseen aptitudes para el buen desarrollo de la vid.
También hemos escuchado hablar de las bodegas más bajas del mundo, ubicadas subterráneamente a más de 12 metros de profundidad en Austria; o de las viñas más altas del mundo en Bolivia; o de algunos expertos que han decidido iniciar un proyecto vitivinícola en China; o que hay reconocidas bodegas europeas que se han animado a guardar una cantidad de sus vinos bajo el agua para analizar su evolución en un medio alternativo.
Si bien estas nuevas bodegas o proyectos se irán perfeccionando a lo largo de cada vendimia, el objetivo debe ser lograr productos de calidad y por sobre todo, que tengan una clara identidad.
(Revista Master Wine Número 79 – 2008)
Se observa que la vitivinicultura argentina fue atravesando diferentes instancias. En primer lugar, la región centro oeste del país logró asentarse como la zona principal elaboradora de vinos. Mendoza – con sus distintas zonas – y la provincia de San Juan lograron consolidarse como las zonas más tradicionales. Sucedió lo mismo con Salta, que se encuentra en el noroeste del país en conjunto con otras provincias vitivinícolas como La Rioja y Río Negro.
Luego aparecieron nuevas zonas que en pocos años han logrado un lugar en la industria. Este es el caso de San Patricio del Chañar, provincia de Neuquén.
Hoy, el foco está puesto en los lugares exóticos, antes impensados, para la elaboración del vino. Así es como los viñedos se han empezado a correr desde los Andes hacia la zona del Atlántico, en donde para muchos, existen zonas que se perfilan como nuevos jugadores y en donde las características de los terruños presentan similitudes a los terroir europeos.
Se comenzaron a recabar datos y a hacer estudios climatológicos con estadísticas de temperaturas máximas y mínimas, período libre de heladas, cantidad de horas de sol, amplitud térmica diaria, precipitaciones, vientos predominantes, estudio del suelo, hasta confirmar con el apoyo del Instituto Nacional de Vitivinicultura, que algunas zonas de la provincia de Buenos Aires – como Sierra de la Ventana y Médanos – y otras regiones de La Pampa poseen aptitudes para el buen desarrollo de la vid.
También hemos escuchado hablar de las bodegas más bajas del mundo, ubicadas subterráneamente a más de 12 metros de profundidad en Austria; o de las viñas más altas del mundo en Bolivia; o de algunos expertos que han decidido iniciar un proyecto vitivinícola en China; o que hay reconocidas bodegas europeas que se han animado a guardar una cantidad de sus vinos bajo el agua para analizar su evolución en un medio alternativo.
Si bien estas nuevas bodegas o proyectos se irán perfeccionando a lo largo de cada vendimia, el objetivo debe ser lograr productos de calidad y por sobre todo, que tengan una clara identidad.
(Revista Master Wine Número 79 – 2008)
En nuestra sección “Turismo” se mencionan las bodegas ubicadas en regiones exóticas como: La Pampa y Buenos Aires.
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